martes, 6 de enero de 2009

El hongo bioluminiscente Mycena lux-coeli, un fenómeno de brillo en Japón.

Durante la temporada de lluvias en ciertas regiones de Japón, los bosques comienzan a poblarse de pequeñas luces: en los troncos de los árboles y en el suelo húmedo crecen cientos de hongos bioluminiscentes, que gracias a una sustancia que lo hace fosforescente, emiten una luz que resplandece en un tono verdoso.
Se cree que el fenomeno de los hongos bioluminiscente es una respuesta a la necesidad de supervivencia: al brillar, atraen insectos que ayudan a dispersar esporas en un ambiente donde la dispersión por viento está muy limitada.
Los hongos luminiscentes, crecen sólo en los bosques nativos con muchos árboles, donde los seres humanos han interferido muy poco, por lo que su descubrimiento es relativamente, bastante reciente. El fenómeno de hongos luminiscentes se produce entre finales de mayo a julio en los bosques de la isla Mesameyama en Ugui, en la Prefectura de Wakayama, aunque también se han encontrado ejemplares en zonas costeras del sur de la península de Kii, en Kyushu y otras regiones. Miles de visitantes realizan visitas nocturnas guiadas por los bosques de Masameyama para deslumbrarse con el espectáculo.
Sólo en Japón, existen 10 variedades de hongos luminiscentes. Aunque pequeños, los hongos viven unos pocos días y pueden conformar una verdadera “constelación” que parece imitar en una escala minúscula el cielo estrellado. La especie de las imágenes se conoce como Mycena lux-coeli, algo así como “hongos de luz celestial”.

Existen otras variedades de hongos bioluminiscentes que crecen en los bosques al sur de Brasil, capaces de emitir luz durante todo el día.

jueves, 1 de enero de 2009

LOS HONGOS REVIVIERON A LA TIERRA DAÑADA

Visitando algunos blogs de Biología me encontré con este artículo que me pareció interesante para compartir con Ustedes.

Resumen: La teoría de impactos de asteroides como causa de las extinciones en masa supone que el actual Golfo de México comenzó como un cráter “húmedo”, eventualmente cambiando el clima lo suficiente como para terminar con el reinado de los dinosaurios hace 65 millones de años. De acuerdo con investigadores de Suecia y Nueva Zelanda, el reto de reconstruir el ecosistema planetario puede muy bien haber sido asumido por las formas de vegetación más inferiores: los hongos y las algas. Tan interesante como el estudio del propio impacto, el cómo recobrar el balance biológico del planeta luego del mismo presenta un caso de reclamación global desde el suelo.
Basado en un reporte de la Universidad de Lund La catástrofe que extinguió a los dinosaurios y a otras especies animales hace 65 millones de años, también produjo cambios dramáticos en la vegetación. En un estudio presentado en el último número de la revista Science, los paleontólogos Vivi Vajda de la Universidad de Lund, Suecia, y Stephen McLoughlin de la Universidad de Tecnología de Queensland, Australia, han descrito lo que sucedió a la vegetación mes a mes. Describen un mundo oscuro, donde los hongos han tomado el poder.

Se sabe que un asteroide golpeó la península de Yucatán en México hacia el fin del Período Cretácico. Dejó un cráter de 180 kms. de ancho, y desde el lugar del impacto se desplegaron tsunamis y la región del Caribe fue enterrada en ceniza y otros restos. Las consecuencias del impacto del asteroide fueron globales.

Vajda y sus colegas han estudiado previamente los cambios de amplio alcance en la vegetación de Nueva Zelanda luego del impacto, pero ahora han mejorado dramáticamente nuestra visión de la sucesión temporal de los eventos.

Al final del Cretácico, la vegetación de Nueva Zelanda estaba dominada por coníferas y plantas con flores. Muchas de estas especies desaparecieron súbitamente al final de ese período y fueron reemplazadas por esporas y filamentos de hongos preservados por una capa de carbón de cuatro milímetros de espesor. Esta capa coincide con la deposición de iridio, un elemento raro en la corteza de la Tierra pero abundante en los asteroides.

“Hemos podido reconstruir el evento mes a mes, con una gran resolución temporal”, dice Vivi Vajda. “Durante un período muy corto (entre unos pocos meses a un par de años) los hongos y otras saprofitas que vivían de organismos muertos fueron la forma dominante de vida sobre la Tierra. El polvo atmosférico bloqueó la luz solar y provocó la muerte de las plantas que dependían de la fotosíntesis”.

La capa de hongos fósiles es seguida por un intervalo de 60 cm. de espesor que contiene trazas de la flora que se iba recuperando, la cual se restableció relativamente rápido, los helechos terrestres primero, seguidos luego de décadas o siglos por una vegetación más diversa, tipo bosque.

Se conoce una capa similar de hongos y algas de una catástrofe previa que ocurrió hace 251 millones de años en la frontera Pérmico-Triásico. Esta fue una extinción en masa aún mayor: desapareció aproximadamente el 90% de las especies que existían hasta ese momento.

“Si bien tales eventos barrieron con muchas especies vivas”, dijo Chapman, “han proporcionado los nichos ambientales para el cambio evolutivo. Como argüía el fallecido Stephen Jay Gould, la evolución favorece a las especies seleccionadas al azar que son capaces de adaptarse a súbitos cambios inesperados, más que a las que evolucionan lentamente en competencia con sus rivales en un mundo casi constante”.

Descripción artística del cráter de impacto de Chicxulub. Han sido detectados unos 2.225 Objetos Cercanos a la Tierra (NEOs = Near Earth Objects), principalmente por medio de búsquedas ópticas con base en tierra, con un tamaño que va de 10 metros hasta los 30 kilómetros, de una población total estimada de aproximadamente un millón; alguna información sobre el tamaño físico y composición de estos NEOs está disponible solamente para unos 300 de ellos. El número total de objetos de un kilómetro o más de diámetro, un tamaño que podría causar una catástrofe global en la Tierra, se estima ahora entre unos 900 a 1.230.